En medio de un paseo bibliográfico buscando el uso histórico de la palabra “vigolero”, se me cruza un tratado del arte de los alarifes (arquitectos) y carpinteros de lo blanco (techumbres y armaduras de obra). El libro está escrito en Sevilla, en el S.XVII y al ojear su prólogo me siento en parte identificado con el autor, Don Diego López. Él nos cuenta que cualquier hombre de bien debe ejercer su profesión con diligencia y “curiosidad”. No sé si aquí curiosidad significa “animosidad de aprender lo que no se conoce” o si se refiere a la acepción tan latina como andaluza de “prolijidad, pulcritud, limpieza y esmero” en el desempeño de la labor.
Diego afirma estar movido por el interés de dar a conocer su maestría, la cual él cree correcta, pues comprueba que las reglas no son manejadas en profundidad por todos los que debieran de aplicarlas, pero lo que de verdad me empareja es que sentirá alegría si su tratado fuese del gusto de otros maestros y ayudase a alcanzar con menor trabajo al aprendiz, el conocimiento que tanto le costó a él alcanzar.
Si D. Diego hubiese nacido en el XXI estaría grabando tutoriales en vídeo para airearlos en estas modernas redes sociales que ofrecen contenido bajo demanda, pues con tan poco se conforma que se dará por pagado si lo lograse en beneficio común. En este mundo actual donde se impone la cultura de la inmediatez y el logro en total ausencia de esfuerzo, no habrá que dejar de recordar a todos los que se acercan a estas compañías en busca de norte y adiestramiento, lo que ya Don Diego nos recordaba en 1633, él ha hecho lo que ha podido por explicar de forma concisa y clara su saber, ahora corresponderá al lector poner de la suya para entenderlo, y que como tal él agradecerá en igual cuantía el esfuerzo que de la que él fuese merecedor por el propio.
Magistrales palabras en boca de un hombre a todas luces poco versado en letras y, tal y como se desprende del texto que nos ofrece, de verbo carente de todo lo literario.
Habrá que proponer a nuestra junta directiva que otorgue, a título póstumo a nuestro admirado D. Diego López de Arenas, la calidad de socio de honor de la Sociedad Española de Organología y Luthería.
Ahora os transcribo (no imagináis el trabajo que costó respetar la ortografía original), de forma íntegra el prólogo de la primera edición del “Compendio de Carpintería de lo Blanco y Tratado de Alarifes” que inspiraron estas letras.
“Haviendo procvrado desde la primera ora que comencé à aprender y executar este mi oficio, aprenderlo y exercitarlo con el cuidado y curiosidad pusible (que es lo que ha de procurar cualquier hombre de bien en todo lo que profesare), he venido à alcançar (por la misericordia de Dios) alguna razonable noticia dél: porque el trabajo y cuidado contínuos, no ai dificultad que no vençan, ni cosa que no faciliten. Y al paso de è ido alcançando esta noticia, parece que tambien la ha acompañado un desseo no pequeño, de que
todos los que tuvieren este mismo exercicio den buena cuenta dèl, aprovechamiento propio y comodidad de la república. Pues es cierto que nunca jamás, à estado esta famosa provincia del Andaluzia, ni aún el resto de España, tan ylustrada con [obras] de todas maneras como en la edad presente. Y por el mismo caso nunca han avido menester tanto a la ciencia y destrezas de sus arquitectos para que lo que se gasta en edificar sea bien empleado, y lo que se edifica salga luzido. Y aviendo assí mismo adevertido en las veses que è sido Examinador y Alcalde Alarife, que en realidad de verdad, ó la materia de las medidas, y reglas de la carpinteria no está tan conocida y apurata como es necesario; ó los Maestros y oficiales della tan conformes entre sí para executarla como conviene; con prorrogación de los preitos que siempre y en todos los tribunales hai en materia de casas, è querido tomar el trabajo de escribir este Compendio, en que he procurado tratar con la brevedad y claridad pusible todo lo que è aprendido y advertido, reduziéndolo á práctica conforme al uso y estilo de estos tiempos. De forma que á los maestros les pueda ser de gusto leer abreviado lo que han aprendido en otros libros mayores, y a los aprendizes y oficiales les sea de guía y ayuda para llegar con menor trabaio que otros á ser Maestros. Pues hallarán aquí tan acomodados los términos de la geometria, que no les embarasen para el saber y poder obrar lo que quisieren. Yo tendré á summa felisidad mia, y contaré por premio de mi trabajo, el berlo logrado en beneficio común. Mas supuesto, que esto no puede ser, sino es siendo aceptado y executado por las personas para quien se escribe, á todos pido con todo encaresimiento, que pues yo é hecho, lo que é podido de mi parte, pongan ellos de la suya el aceptarlo y executarlo; porque assi de luego les ofresco por ello el mismo agradesimiento que yo pudiera pretender.”
Diego Lopez de Arenas, Maestro carpintero, vecino de Sevilla, prólogo “Breve compendio del arte de la carpintería de lo blanco y tratado de alarifes” 1633